lunes, 5 de octubre de 2009

Mercedes Sosa, hasta siempre!




Era 9 de julio de 1935 en San Miguel de Tucumán. Era en un hogar humilde, con almuerzos de trigo con sal, con la pobreza doliendo en el estómago pero jamás en la dignidad. Era el nacimiento de Haydée Mercedes Sosa, la “negra” Sosa. Era una niña feliz que amaba la imagen de su madre fritando empanadas a la luz de la luna. Era una niña creciendo con el aroma de las naranjas tucumanas, el aire limpio, la vida en cada sorbo. Era una apasionada de quedarse a dormir en casas de amigos o familiares para despertarse antes que todos y así escuchar ese mundo de sonidos nuevos. Era una adolescente que amaba bailar en las peñas locales, tanto que se animó a enseñar danzas folclóricas; pero más amaba cantar, y con el apoyo de amigos y familiares, se inscribió en un concurso que organizaba la emisora radial LV12 de Tucumán, su provincia. Era una gran cantante. No hace falta decir ni escribir ni asomar ni aclarar que ganó el certamen y después de eso, lo ganó todo. Era comprometida. Era leal. Era un rayo de luna tucumana atravesando la espesura de esta vida. Era parte del “Movimiento del Nuevo Cancionero”, una corriente renovadora del género folclorista que daba sus primeros pasos en Mendoza, provincia donde residió después de casarse. Era osada. Era firme. Era Patria. Era “cantora”, no cantante, porque “cantante es el que puede y cantora es quien debe” Era una luchadora que se jugaba el cuello en cada escenario, incluso, cuando en uno la cachearon y la detuvieron por pensar diferente. Era peronista primero, izquierda después, y combatió con la palabra, y eso le costó el exilio que jamás pudo asimilar. Decía que el exilio era peor que la muerte... y lo era. Paris. Madrid. Tan lejos su Argentina del alma. Era de las que nunca olvidan. Era una zamba, un bombo. Y de las que siempre vuelven. Era aclamada y aplaudida en todo el mundo. Lincoln Center de New York. Carnegie Hall y sus quince minutos de ovación. Mogador de Paris. Concertegebouw de Amsterdam. Teatro Colón de Buenos Aires. Coliseo de Roma. Quinta Vergara de Viña del Mar. Sala Nervi del Vaticano. Era la voz del pueblo. De sus penurias. De sus alegrías. Era pueblo. Era un corazón fuerte y libre que no quería detenerse a descansar: “Sino canto lo que siento, voy a morir por dentro” Era consecuente. Era La Pachamama. Era la voz de la tierra. Era la Madre de América. Hasta el 4 de octubre del 2009, era La Negra. Mejor dicho, es la negra. No se puede convertir en pretérito a quien pare futuros. No se puede acallar el canto si la cantora sigue cantando. Por eso, es y siempre será, La Negra, nuestra Negra.

1 comentario:

  1. La Negra fue y es una de esas personas que lo conoció todo. Desde miseria y hambre, hasta fama y exito. Pero, nada de eso pudo cambiar su esencia. Siempre la misma, siempre ella. Se nos fue una grande, que decir. ^^

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