domingo, 28 de marzo de 2010

El hambre es un crimen



El hambre es una sensación que se experimenta cuando el nivel de “glucógeno”, una especie de combustible almacenado en el hígado y usado para esfuerzos intensos, no cubre con los requerimientos del cuerpo. La ausencia de alimentos durante horas produce bajas de esos niveles y es cuando comienzan a aparecer los primeros dolores de hambre: dolores abdominales producto de las contracciones en la boca del estómago que clama con estímulos la ingestión de alimentos. Cuando las horas se suceden y se transforman en días sin comer o comiendo en cantidades mínimas, el dolor deja de ser espasmódico para volverse continuo. Cuando el hambre es extrema y se extiende a muchas personas de la misma comunidad o región, ya no se habla de “hambre” sino de “hambruna. En muchas regiones de África existen inmensos “campos” de hambruna, sitios asediados diariamente por guerras civiles fraguadas en oleadas de limpiezas étnicas. América latina está lejos de esos índices de violencia e inestabilidad - aunque los tenga en su medida - pero no escapa a la flacura de una hambruna no declarada. Y allí, yace Argentina. Un país al que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que posee el 0,65% de la población mundial, y produce el 1,61% de la carne y el 1,51% de los cereales del mundo. Sí, podría alimentar al doble de su población sin la necesidad de importar un solo saco de trigo ni media vaca, y aún así, nueve millones de niños sufren los dolores abdominales del hambre. Resumiendo. Haciendo números. Convirtiendo a todas esas bocas hambrientas en un número frío, impávido, inútil. En el 53% de los hogares argentinos, hay niños que no cubren la porción mínima de alimentos diarios. De ese número enorme nace un número menor pero mucho más terrible. Unos 2920 niños mueren, sí, mueren por desnutrición. Recuerdo a los niños indigentes, por cientos, vagando por las calles de la capital argentina, pidiendo monedas, botín mísero que irá a parar a manos de sus tutores, también indigentes, también analfabetos, también hambrientos.

En el 2007, durante el gobierno de Néstor Kirchner, Argentina asumió el compromiso ante la Organización para las Naciones Unidas, de reducir la pobreza, al menos, a un 20% antes del 2015. A cinco años de la expiración del trato, la indigencia y el hambre suman bocas y estómagos a sus filas. Pies descalzos se desangran en el asfalto gris de las grandes ciudades del país y otros, se hunden en el polvo de los pueblos abandonados a su suerte. Existen ONG, existen personas que intentan cambiar ese destino, pero el Estado solo subsidia a la mitad. La otra mitad se mantiene como puede. Y en esa madeja de números en rojo, o mejor dicho, de bocas hambrientas, la familia Kirchner es acusada de enriquecimiento ilícito por la compra de terrenos fiscales a precios ínfimos y de dólares con fines especulativos. Y la respuesta a las acusaciones y a cualquier crítica, es endilgando culpas, escupiendo insultos a propios y ajenos, apuntalando a la oposición como desestabilizadora y apoyada por medios que quieren derrocar a la presidenta y hacerse del poder. Como si eso fuera un plato de comida en la mesa de los pobres, de los hambrientos, de los que padecen de dolores de estómago cuando los corruptos eructan su soberbia. Como si eso fuera una solución al verdadero problema de un país que podría alimentar a dos Argentinas y no puede ni siquiera con la mitad de una.

4 comentarios:

  1. Coño eres tan bueno... tienes que salir de la oscuridad pero ya.
    Te amo
    A.

    ResponderEliminar
  2. Leerte me ha traído varias reflexiones y también recuerdos. Uno de ellos, es el recuerdo de la noticia de una niña que había muerto de hambre en Argentina. No puedo precisar el tiempo que hace, sé que aquí salió en las noticias, sé que comenté alguna vez este hecho con algunas personas con las que hablaba yo entonces (la magia de internet) compatriotas tuyos. Sé que eran muy reacios a hablar de ello, como si de una vergüenza se tratara. Lo es, sí. Pero es una vergüenza que nos afecta a todos. Es el arma más cruel que existe, es el holocausto más grande de todos los tiempos: el hambre.
    25.000 niños mueren de hambre cada día. Generaciones enteras de seres humanos son aniquiladas en este holocausto que parece conmover pocas conciencias.
    Excelente el artículo que nos lleva a sentir, Omar. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. No hay mentira en tus letras amigo y es, por desgracia una realidad muy cruda y cierta. Tanto en el norte como en el sur del pais puedes verlo. Cantidad de niños sin siquiera que ponerse y mucho menos que llevarse a la boca. Y mientras, muchos se van a Africa y Asia como voluntarios a ayudar a combatir la pobreza y el hambre... siendo que hay mucho de eso aquí mismo. Es irrisorio y cruel, pero real. Y mientras tanto, quienes deberían darles ayuda se enriquecen con lo que les correspondonde a esta gente. ^^¡

    ResponderEliminar
  4. Es dura la realidad.
    Estoy con Tenchu, a la gente de "buen corazón" se le llena la boca diciendo que apadrinan, que ayudan, que mandan dinero (una vez al año por Navidad gracias a programas de las tv), que se van de voluntarios a África porque "pobrecitos"...sí, pobrecitos, pero ¿y tú vecino?¿alguna vez se plantean que su vecino tiene hambre?
    ¡¡Es tan duro ver a un niño morir de hambre, es tan duro ver las lágrimas de una madre por no poder alimentarlos!!
    Pero no nos damos cuenta, que lo lejano de África, está en la puerta de casa (ya sea Argentina,España o Rusia)...nos cegamos con el "lujo" que tenemos

    ResponderEliminar